miércoles, 5 de mayo de 2010

Intolerancia

EUGENIO S.PALOMARES 05/05/2010

Quizá por el hecho de que me han criado mujeres con velo, no le había dado demasiada importancia a que a una niña de Madrid no le hayan dejado asistir a sus clases con su hiyab y le hayan tenido que buscar un nuevo instituto, y a continuación otro. Quizá por el hecho de que aquellas mujeres fueron cambiando sus costumbres, y pasaron de usar velo a dejar de hacerlo, había continuado sin dar importancia a que una pequeña no pudiera asistir a sus clases y continuar jugando con sus amigas por llevar un tocado. Quizá por el hecho de que la Constitución consagra el derecho a la propia imagen y a la educación había continuado en mis trece. Había pensado que el problema de Najwa se resolvería con normalidad; que los responsables de enseñanza harían valer su derecho a la educación. Quizá por el hecho de que algunos curas siguen usando sotana y alzacuellos sin que se les impida asistir a clase en la Universidad pensaba que se solucionaría este tema. Quizás porque también las monjas pueden seguir usando sus prendas en cualquier lugar, había pensado que el tocado de esta niña sería tratado con respeto. Quizá por pensar, sin duda ingenuamente, que la cordura se iba a imponer he seguido sin ver la importancia del rechazo a Najwa. Tal vez son tantos lo velos que ha tenido nuestra sociedad para las mujeres y que han ido desapareciendo que este nuevo velo, uno más, no tardaría en caer. Ingenuo de mí. Nada más lejos de la realidad.

Y así, cada día que me asomo a la prensa leo artículos a favor y en contra de este velo, no de otros. Las posturas a favor y en contra se mantienen en pie de guerra. Dentro de ellas se oyen y se leen estupideces de todo color. Desde aquella que identifica el uso del velo con el crucifijo en los colegios públicos hasta aquéllas de "estos moros (sic) nos quieren imponer sus costumbres" o, esa otra recalcitrante: "Es culpa de los padres". Son los padres los que imponen a las pequeñas el velo para que la discriminen, para que su acceso a la vida pública sea aún más complicada y, así, se quede en casa, que es lo que tiene que hacer una mujer.

No creo que con un mínimo de rigor se pueda identificar el uso del hiyab con el crucifijo. Tampoco que su uso implique que tengamos que aceptar sus costumbres. Menos aún que la imposición de los padres, novios o hermanos, signifique algo absolutamente diferente a la imposición que se realiza a otros niños durante los meses de mayo y de junio con las primeras que, la inmensa mayoría de las veces, son últimas comuniones. Es verdad que este uso del velo puede traer otras lecturas entre las que también se encuentra la discriminación de la mujer.

Pero en el fondo, cualquiera que sea la óptica desde la que se contemple la decisión de llevar el pañuelo, lo que es más relevante es la posición de los responsables académicos. Las razones que llevan a su prohibición. La normativa de un colegio público lo que no puede, aunque lo haga como lo ha hecho y sin perjuicio de actuar contra la decisión, es primar su voluntad sobre el derecho de alumnos y alumnas a tener su propia imagen. De ser así, mañana otros colegios pueden prohibir los crucifijos personales, pendientes, piercings o lo que les venga en gana, basándose en su normativa interna. En cualquier caso, y ante los tintes machistas y de discriminación que puedan darse, no cabe duda que existen los instrumentos y cauces legales para accionar frente a ellos.

Por todo esto pensaba, ingenuamente, que el problema de esta pequeña no iba a llegar a más. Y por una cosa más: desde el año 1990 no existe este problema en Almería cuando los inmigrantes son el 16% de los escolares, sin que jamás a ninguna niña se le haya prohibido este velo. Almería, que siempre en el imaginario colectivo había sido lugar de conflictos interculturales y que los han tenido puntualmente en alguna de sus ciudades, quizás sea el mejor ejemplo de la convivencia en los colegios. En fin no sé qué argumentos se habrán esgrimido para justificar la prohibición del velo, pero sí sé cuál es el motivo de la decisión: intolerancia y racismo disfrazado de progreso.

1 comentario:

Fernando de la Riva dijo...

Lo mismo digo.
Un abrazote