Imagínate por un momento que al padre del comunismo y del marxismo,
Carlos Marx, en lugar de dedicar su vida a crear y a luchar por
implantar su modelo alternativo al capitalismo, le hubiera dado por
“indignarse” y se hubiera llevado la caseta de campaña a las plazas de
París, Bruselas o Londres. Imagínate que en vez de pasarse meses
escribiendo obras que hoy son pilares básicos de la economía política
como El Capital o el Manifiesto Comunista, hubiera optado por emplear su tiempo compartiendo links o retwitteando a otros pensadores.
Imagínate,
aunque sea sólo por un momento, qué sería de nosotros si, en vez de
haber liderado la AIT, Marx hubiera preferido llevar a cabo encierros con sus compañeros en su Universidad. O aprovechar el día de su comunidad autónoma para desnudarse y escribirse un mensaje en la espalda. O sumarse a iniciativas como la de ponerse una prenda al revés. O acudir a actos para golpear cacharros y gritar. Imagínatelo. ¡En vez de hablar de los movimientos obreros del siglo XIX hablaríamos de los carnavales del siglo XIX!
Sin
duda alguna, el hecho de que los logros en materia de derechos sean
cada vez más reducido y dificultosos, e incluso estemos asistiendo a un
retroceso en este ámbito, se debe, principalmente, a una cuestión más
que visible pero que muchos obvian, y sobre la que es imprescindible
reflexionar: las maneras.
Yo, por mi parte, me quedo
pasmado al ver la satisfacción que le produce a la gente de este siglo
acudir a una manifestación que al día siguiente será la portada de los
periódicos pero que, a la hora de la verdad, de poco habrá servido. Con
toda la sinceridad del mundo, creo que hemos caído en un mar de
banalidad donde, a pesar de estar todos ahogándonos, no somos capaces de
ver que lo que hacemos no lleva a ningún lado. Creo que ya es hora de
que dejemos de conformarnos con los minutos de silencio, las
caceroladas, los lemas pegadizos, las huelgas generales (reguladas por
el mismo sistema contra el que se lucha), las concentraciones, las
cadenas humanas… Queríamos llamar la atención de los medios. Y lo hemos
conseguido. Es el momento de pasar a la práctica: los actos simbólicos
ya no bastan. Es hora de volver a sacar nuestro lado más ludita, de
conquistar el sistema, de adueñarnos del Estado. Es hora de pasar de lo
simbólico y representativo, a lo pragmático y utilitario. De trazar
planes realistas que no se queden en una simple anécdota y que, por el
contrario, nos sirvan para alcanzar las metas propuestas.
Mi gran amigo Luis Manuel siempre dice lo mismo, hay que ser pragmatico.
Besos muy grandes cacachuchis.
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